jueves, 11 de junio de 2015

MI AMADA DE BLANCO







Estaba sentado en mi salón de lectura, en mi cómodo sillón cuya forma de mi cuerpo se queda marcada después de que me levanto. Fumaba un cigarrillo mientras leía, mis ojos se cerraban, y el cansancio me consumía poco a poco, fui a mi habitación, y me acosté. Miré hacia el lado opuesto de mi cama por reflejo, pero ella no estaba a mi lado, hace mucho que ella no dormía en la cama conmigo. 

Cerré los ojos y después de unos minutos me quedé profundamente dormido. Sentí una corriente de aire frio por mi cuerpo, tan frio que me hizo abrir los ojos y levantarme para cerrar la ventana. Cuando me levanté, vi que la ventana estaba cerrada, me estoy volviendo loco, pensé, me senté en la cama y escuché un ruido seco debajo de mi habitación, me alarmé, escuchaba pasos subiendo por la escalera, me asusté, escuché el crujir de la madera fuera de mi habitación, estaba paralizado, abrieron mi puerta y fue cuando la vi. 

Volvió a mi cama, era ella, me sorprendió ver la cara de inexpresión que tenía en el rostro, lucia pálida y su vestido parecía desgastado, sus cabellos se veían más oscuros de lo que recordaba, sus zapatillas estaban sucias, tenían fango en las puntas, tenía su mirada puesta en mi, y a pesar de que yo no podía distinguir totalmente su rostro, sentía su mirada penetrante sobre mí. Quería decirle un millón de cosas que pasaban por mi indescifrable mente, quería decirle cuanto la extrañaba, cuanto la necesitaba, cuanto la amaba.
No podía hablar, ni siquiera moverme, y tenía frio. Ella se acercó a mí, como si me hubiera leído el pensamiento, después se sentó al lado de mí, y me abrazó. No sentí la más mínima sensación de calor desprendiéndose de ella. ¿Qué le pasaba?, me pregunté, y me pasó por la mente todas aquellas veces que estuvimos juntos, que dormimos, que sentí la cálida sensación de calor cuando me tomaba de la mano. ¿Qué te pasó? ¿Quién eres? Le pregunté cuando por fin pude hablar. Ella no me contestó. Acercó sus dulces labios a los míos hasta que se tocaron delicadamente, estaban fríos. Pasó su mano por mi pecho desnudo y cada centímetro de piel que era tocada por sus delicados dedos me causaba calosfríos. Se sentó sobre mí y se desprendió de su arrugado y sucio vestido, dejando ver esos hermosos senos que me volvían loco, tocó mi sexo y éste se puso duro al instante, ella lo tomó y lo puso en su húmedo y frío sexo, y se sentó con fuerza, me asusté, esto no estaba bien, pensaba dentro de mí, ella debió haber notado mis dudas, y me miró fijamente, mientras empezaba a moverse, yo sentía toneladas de puro placer, aunque confieso que era un placer extraño, era una mera sensación biológica, no tenía ese sentimiento que tiene alguien cuando hace el amor, yo me sentía vacío, así como la sentía a ella.

 Ella se movía más y más, subía y bajaba, yo intentaba con todas mis fuerzas tratar de sentir otra cosa que no fuera su cruda frialdad, pero era en vano.
Me tomó del cabello y acercó su boca a mi oído, pronunció unos sonidos agudos y tétricos que me hicieron estremecer, no pude más, lo intenté, la quité de mi cuerpo, ya no podía seguir sintiendo eso, sentir nada. Era horrible. Ella no hizo sonido alguno cuando la moví de mi cuerpo. Me paré de la cama, me llevé las manos a la cabeza y empecé a balbucear preguntas al aire, sin obtener respuesta.
Cuando voltee hacia mi cama, ella ya no estaba ahí, ella no había estado conmigo desde hace mucho tiempo.

miércoles, 10 de junio de 2015

LA CHICA MISTERIOSA


LA CHICA MISTERIOSA





Es sumamente común ver personas en la calle, en los autobuses, en las reuniones sociales, sin embargo, ya no es tan común hablar con ellas y peor aún romper esa barrera de extrañeza e inseguridad que se han colocado como coraza medieval. Una coraza tan dura de romper, tan difícil de penetrar.
Raro y quizás extraño encanto aquel que tuve el día que la conocí. Si, la conocí, en mi definición única de observar, analizar, y hasta cierto punto descifrar, en el sentido de conocer a la persona sin que ella te conozca, conocerla en su estado natural y cotidiano, ya que al entrar en contacto con alguien, inmediatamente nos colocamos la máscara que conscientemente creemos es la adecuada para cada tipo de personalidad. Ella no me vio jamás, o eso pensé, y al contrario yo la vi como un punto de luz en las tiemblas que la rodeaban. La vi entre toda una multitud de humanos que la rodeaban.
Lo que la mayoría veía como una horda de seres humanos amontonados caminando casi al mismo son, yo vi casi mágicamente su divina figura, y no precisamente física, ni en el extremo supersticioso de la metafísica. Ella tenía un aire de extrañeza, un sentido casi místico e incomprensible, el cual me vi sumamente atraído. Como un simple y banal imán que se siente atraído a su polo opuesto.
Caminé mientras la veía, y no me malinterpreten, no soy ningún tipo de acosador u algo parecido, como mencioné antes era una atracción que tenía que descubrir.
Ella caminaba casi a propósito en desincronización con las personas de su alrededor, y me percaté que escuchaba música. ¿Qué música le gustará? Me preguntaba a mi mismo, mientras trataba de imaginar, quizás jazz, blues, rock clásico. No sé. Desistí totalmente ante mi fallido intento de descubrirlo mentalmente, cuando descubrí una característica de ella. Pasional. Cantaba probablemente las melodías con una voz dulce y modulada, y movía la cabeza al ritmo de la canción o eso imaginé.
Solamente una persona apasionada es indiferente a las reacciones opuestas afectivas de lo cotidiano y lo común.
Vi que se alejaba y aceleré mi paso un poco, siempre a una distancia considerable de ella, cuando de pronto paso lo impensable para mí. Es raro pero creo que sintió mi presencia, mejor dicho ese instinto que la mayoría diría “es una casualidad, es una coincidencia”. Ese instinto que se cree una superstición, el de sentir cuando alguien te observa o cuando piensan en ti.
Se detuvo en seco y la persona que venía caminando detrás al ir hipnotizado con su celular no se dio cuenta y chocó con ella, lo que causo que su celular se cayera al piso. Lo recogió apenado, le pidió disculpas y siguió su camino. Ella no dijo una sola palabra, mientras buscaba a algo u a alguien con la mirada. Al ver esto me camuflé con la conglomeración, actué normal y me desaparecí. No fue difícil, solo se necesita sacar el celular mientras caminas y eres invisible, metafóricamente hablando.
Ella es sumamente intrigante, pensaba mientras la veía de reojo que seguía buscando. Llegó un punto en el que desistió  su búsqueda, salió de la ruta y se dirigió a una calle menos transitada, me imaginó que lo hizo a propósito para ver si reconocía a alguien entre menos personas.
Yo moría por seguir conociendo un poco de ella, pero no lo creí prudente. Si me encontrara haciendo esto, diablos hasta yo pensaría que soy perverso. No quería que tuviera una mala impresión de mi, y menos aún que no nos hemos conocido ya en el sentido estricto de la palabra “conocer” .
Aun pienso en ella, en su sonrisa, en sus ojos misteriosos, y en su forma de caminar. Pero sobre todo en esa inexplicable sensación por conocerla.
Espero volver a verla algún día, porque yo al igual que Dios, no juego a los dados, ni creo en las coincidencias…

By. Fer Nantes Román