LA CHICA MISTERIOSA
Es sumamente común ver personas en la calle, en
los autobuses, en las reuniones sociales, sin embargo, ya no es tan común
hablar con ellas y peor aún romper esa barrera de extrañeza e inseguridad que
se han colocado como coraza medieval. Una coraza tan dura de romper, tan
difícil de penetrar.
Raro y quizás extraño encanto aquel que tuve el
día que la conocí. Si, la conocí, en mi definición única de observar, analizar,
y hasta cierto punto descifrar, en el sentido de conocer a la persona sin que
ella te conozca, conocerla en su estado natural y cotidiano, ya que al entrar
en contacto con alguien, inmediatamente nos colocamos la máscara que
conscientemente creemos es la adecuada para cada tipo de personalidad. Ella no
me vio jamás, o eso pensé, y al contrario yo la vi como un punto de luz en las
tiemblas que la rodeaban. La vi entre toda una multitud de humanos que la
rodeaban.
Lo que la mayoría veía como una horda de seres
humanos amontonados caminando casi al mismo son, yo vi casi mágicamente su
divina figura, y no precisamente física, ni en el extremo supersticioso de la
metafísica. Ella tenía un aire de extrañeza, un sentido casi místico e
incomprensible, el cual me vi sumamente atraído. Como un simple y banal imán
que se siente atraído a su polo opuesto.
Caminé mientras la veía, y no me malinterpreten,
no soy ningún tipo de acosador u algo parecido, como mencioné antes era una
atracción que tenía que descubrir.
Ella caminaba casi a propósito en desincronización
con las personas de su alrededor, y me percaté que escuchaba música. ¿Qué
música le gustará? Me preguntaba a mi mismo, mientras trataba de imaginar,
quizás jazz, blues, rock clásico. No sé. Desistí totalmente ante mi fallido
intento de descubrirlo mentalmente, cuando descubrí una característica de ella.
Pasional. Cantaba probablemente las melodías con una voz dulce y modulada, y
movía la cabeza al ritmo de la canción o eso imaginé.
Solamente una persona apasionada es indiferente a
las reacciones opuestas afectivas de lo cotidiano y lo común.
Vi que se alejaba y aceleré mi paso un poco,
siempre a una distancia considerable de ella, cuando de pronto paso lo
impensable para mí. Es raro pero creo que sintió mi presencia, mejor dicho ese
instinto que la mayoría diría “es una casualidad, es una coincidencia”. Ese
instinto que se cree una superstición, el de sentir cuando alguien te observa o
cuando piensan en ti.
Se detuvo en seco y la persona que venía caminando
detrás al ir hipnotizado con su celular no se dio cuenta y chocó con ella, lo
que causo que su celular se cayera al piso. Lo recogió apenado, le pidió
disculpas y siguió su camino. Ella no dijo una sola palabra, mientras buscaba a
algo u a alguien con la mirada. Al ver esto me camuflé con la conglomeración,
actué normal y me desaparecí. No fue difícil, solo se necesita sacar el celular
mientras caminas y eres invisible, metafóricamente hablando.
Ella es sumamente intrigante, pensaba mientras la
veía de reojo que seguía buscando. Llegó un punto en el que desistió su búsqueda, salió de la ruta y se dirigió a
una calle menos transitada, me imaginó que lo hizo a propósito para ver si
reconocía a alguien entre menos personas.
Yo moría por seguir conociendo un poco de ella,
pero no lo creí prudente. Si me encontrara haciendo esto, diablos hasta yo
pensaría que soy perverso. No quería que tuviera una mala impresión de mi, y
menos aún que no nos hemos conocido ya en el sentido estricto de la palabra
“conocer” .
Aun pienso en ella, en su sonrisa, en sus ojos
misteriosos, y en su forma de caminar. Pero sobre todo en esa inexplicable
sensación por conocerla.
Espero volver a verla algún día, porque yo al
igual que Dios, no juego a los dados, ni creo en las coincidencias…
By. Fer Nantes Román
By. Fer Nantes Román
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